La mujer como madre, hija, esposa, amante… Como observadora, como narradora o como actriz. Vestida casi como un niño o sumergida en la gris elegancia parisién, cambia fácilmente de papel, de país, de idioma.
Experta y exitosa, controla cuanto le importa. Sin embargo, a medida que emerge cada nueva mujer y se cuenta cada nueva historia de este extraordinario libro (con una simplicidad más nítida, hierática y dolorosa a medida que pasan las páginas), la tranquila superficie de Vértigo se rompe y nos hundimos en el pánico que subyace en la vida cotidiana. Una de las sorpresas literarias del presente.
«Walsh es buena porque es cruel y no tiene piedad ni con sus heroínas ni con sus lectores: así sea. El vértigo significa, sobre todo, ser y tener un cuerpo: la tentación del precipicio y el miedo a la caída; la incapacidad de huir de los roles femeninos, el todavía increíble machismo. Es la glorificación de la juventud, la idolatría de la belleza. Es el paso del tiempo, el envejecimiento.»
Begoña Méndez, El Mundo