La representación de la lucha con la locura obliga a las mismas preocupaciones. Uno de los mejores ejemplos es Como en un espejo, de Ingmar Bergman. Karin lucha contra su esquizofrenia latente, y las diversas fuerzas que actúan sobre ella desde fuera se encarnan en su padre, su hermano y su esposo, y ninguno de ellos es una figura de palo que represente condena o desprecio, preocupación solícita, resentimiento envidioso ni otras cosas por el estilo. Cada personaje está completamente desarrollado y es único, y sus interacciones transcurren de acuerdo con sus personalidades singulares, no como una pantomima psicológica.