Es curioso lo que la fortuna hubo de depararle a sir Henry Maximilian Beerbohm (1872–1956), “el incomparable Max”, como lo llamó en su tiempo George Bernard Shaw. Aunque no es, ni remotamente, una figura literaria tan desconocida para la posteridad como el personaje que da título a este volumen, bien puede decirse que se trata de un autor “de culto”. Quienes lo conocen lo veneran, pero es probable que en un principio hayan llegado a él por accidente o por motivos de índole circunstancial, como una afición específica -y a menudo voraz— a la literatura fantástica.