El protagonista de esta novela vive sometido a los efectos de una droga que transmuta las dimensiones del tiempo. Sin dejar de vivir en nuestro siglo, asiste, como espectador mudo pero dramáticamente interesado, a una tragedia ocurrida cinco siglos atrás. Su misma casa, edificada sobre las ruinas de una vieja granja y próxima a una abadía medieval, se puebla de personajes del pasado, personajes reales que reviven para el protagonista con un perfil absolutamente real. Los instantes —las horas— captadas en esta resurrección del pasado, le muestran aspectos parciales de un drama que, una vez superados los efectos de la droga, puede ir reconstruyendo a través de viejos documentos olvidados. Se crea así en su alma una alternancia trágica. Desgarrado entre su tiempo real y el tiempo revivido, el personaje central de esta excepcional novela, se siente dominado por un drama que no es el suyo, con olvido del drama real que va creando en su familia, en su vida misma.