Cuando se dice que a un niño le gusta leer, lo que en rigor se dice es que le gustan ciertos libros, porque –esto suena a trabalenguas– si esos libros no estuvieran disponibles y hubiera otros y esos otros no le gustaran, a ese niño no le gustaría leer
Lihas quotedyesterday
Pasarlo al computador, pasarlo en limpio, era someterlo a una pérdida importante, a un adelgazamiento: era aceptar que el poema estaba terminado, que estaba muerto.
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esos textos largos y llenos de borrones, pergeñados en el cuaderno o en la croquera, eran el poema; que esas manchas de vino o de ceniza también formaban parte del asunto.
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lo más fácil es apelar a eso para descalificarlas: se dice que no poseen la experiencia del libro, lo que convertiría a los jóvenes en lectores de segunda o tercera clase, porque manejan una idea distinta de la lectura, porque para ellos la literatura es sinónimo de texto más que de libro.
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como si quisiera llevarse la literatura a la tumba, para que nadie más escriba.
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Gazmuri era la tradición, la experiencia, la legitimidad: el que había vivido, el que había escrito. Y a Julio le tocaba ser el secretario, el transcriptor, en el mejor de los casos el comentarista
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sunari Kawabata y Macedonio Fernández, María Luisa Bombal y Felisberto Hernández.
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porque ya no queríamos soportar ese descrédito, esa sospecha, de nuevo, cada
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y ahora esta súbita supuesta democracia: un tiempo tan complejo, tan gris, con Pinochet aún al mando de las fuerzas armadas y en vías de convertirse en senador vitalicio. Estoy hablando de sospechas y no está de más recordar que en ese tiempo todavía era legal la detención por sospecha.
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además estaba esa otra sospecha que siempre persigue a los estudiantes de literatura, a los lectores jóvenes, una sospecha por lo demás obvia, razonable: que no habíamos leído lo suficiente.