El último conde no es una novela gótica, aunque tiene algunos ingredientes que la pueden configurar como tal. Es la historia de Vlad, un joven de la nobleza eslava, taciturno, enigmático y sorprendente, que esconde un extraño pasado familiar, contra el que se rebela y lucha buscando su verdadera identidad: Un ángel entre una estirpe de demonios. Nació en París, en el siglo XIX, y vive en Montmartre, en el palacio heredado de sus padres, desde donde administra con destreza el patrimonio de sus antepasados. Es amante del arte, la literatura, la arquitectura y el impresionismo, parcela en la que se encuentran sus mejores amigos, a los que siempre tiende una mano cuando lo necesitan.
Después de un breve episodio amoroso, ordenado y metódico, donde la alegría y la felicidad invaden las vidas de los protagonistas, aparecen pliegues sombríos y lúgubres, que desembocan en un final aciago y agridulce, en el que lo opaco y lo brumoso parecen querer ser los verdaderos actores.
En esta novela se intenta retratar además, y sin apenas adornos, a una serie de personajes históricos que como artistas fueron censurados por los academicistas más ortodoxos y por el gran público. Rompieron los moldes del pasado para abrir un camino nuevo que ofreciera expectativas diferentes, pero no fue reconocido su valor hasta mucho tiempo después, cuando habían desaparecido todos y de ellos sólo quedaba una estela que cada vez se fue haciendo más luminosa.
El último conde podríamos decir que es una novela para leerla desde la tranquilidad