Es el exiliado, el desterrado de Granada en el año 1495, el melancólico granadino que añora la tierra de Andalucía y languidece en las asfixiantes provincias del norte de África. Y su manera de vivir es recordar. Viajar por la memoria es una manera de vivir, y, si nos esforzamos en entender las cosas, es la única manera de vivir. El pasado no existe, el futuro tampoco, sólo el presente que se escapa sin cesar. Sólo en la memoria de lo vivido está nuestra vida. El presente que recoge el pasado le da sentido al presente, el proyecto de futuro le da sentido al presente. El presente existe apenas. Y todo proyecto padece vaguedad o, cuando menos, el riesgo de que el tiempo se acabe, riesgo que nos lleva a lo absolutamente imprevisible. Por eso la llenazón del presente está hecha de pasado, de memoria, de vida vivida. La experiencia es la memoria reflexiva, el repaso de la vida vivida en la madre inteligencia. Así, es riqueza, conocimiento de verdad. La pérdida de la memoria devuelve al hombre a sus primeras edades, y hace del presente