Al camarada no se le dejaba ni solo ni vivo. Los soldados de la guerra de invierno cayeron codo con codo, y lo mismo harían los Suicidas Anónimos, sólo que en aquel caso el enemigo era aún más feroz que la temible Unión Soviética: se trataba de toda la humanidad, del mundo y de la vida misma.
En su situación, las diferencias sociales no tenían ninguna importancia