Un joven náufrago llega a la playa de una isla, es recogido por unos cabreros, y termina asistiendo a una boda. La acción ocupa tres días. El primero, al anochecer, el personaje llega a la playa y siguiendo la luz de una hoguera encuentra a los cabreros, con los que pasa la primera noche. Al día siguiente parte con uno de los cabreros y por el camino se encuentran con una comitiva de serranos que van camino de una aldea cercana, donde se va a celebrar la boda de unos pastores. Uno de ellos nota por sus ropas que es un náufrago -lo que le hace recordar a su hijo muerto en la mar- y expone una larga y amarga queja contra la codicia y la navegación marítima. Este serrano lo invita a asistir a las nupcias, y esa noche duermen en la aldea. Al día siguiente se celebra el desposorio, así como una serie de juegos y bailes. El poema termina al anochecer, cuando los esposos se dirigen a su casa, donde Venus les ha preparado el blando lecho (es conocido el último verso: “a batallas de amor, campo de pluma”). Bajo tan parco argumento, inspirado en el episodio de Nausícaa de la Odisea, Góngora se dedica a dibujar una minuciosa descripción de la naturaleza, plagada de alusiones mitológicas y metáforas amplificativas, con el propósito de halagar los sentidos y hallar la belleza en todo objeto en el que fije su pluma. Las Soledades originaron ya desde su composición un gran debate por los extremos de dificultad de su ornato y la acumulación de alusiones mitológicas y eruditas en su discurso. Esta obra supone la cumbre del estilo gongorino.