Anda como es digno de tu vocación y dignidad. Recuerda, oh cristiano, que tú eres hijo del Rey de reyes. Guárdate sin mancha de este mundo. No manches los dedos que pronto han de tocar las cuerdas celestiales; no permitas que tus ojos, que en breve verán al Rey, lleguen a ser ventanas de la concupiscencia; no permitas que tus pies, que pronto han de andar por las calles de oro, se ensucien en lugares cenagosos; no permitas que tu corazón, que dentro de poco se llenará de cielo y rebosará de gozo, se llene de orgullo y amargura.