Bella Winter tiene una cicatriz en la cara a raíz de un accidente de coche; conducía su novio, un tipo tacaño que no la apreciaba. Embarazada de un inmigrante al que conoció en una fiesta en un piso cochambroso de Bayswater y nunca más volvió a ver, tiene ahora una niña de meses negra, que oculta a su madre, una mujer que nunca parece haberla querido. Pero encuentra un trabajo que le encanta en una pequeña tienda de antigüedades en Richmond, hace nuevos amigos y empieza a tener la sensación de que la vida al fin le sonríe. El pasado, cómo no, vuelve, pero tal vez en condiciones que permitan reconciliarse con él; y el presente abre nuevos horizontes, quizá engañosos pero en principio muy felices.
En El enebro (1985), Barbara Comyns habla con singular magia y penetración de todas las cosas y personas –de un arcón a un amante o una cocinera− que pasan a formar parte de la vida, de cómo entran y salen, y de cómo configuramos nuestro espacio con lo nuevo y con lo que se pierde o muere… y todo en una insólita y compasiva versión de uno de los cuentos más terroríficos de los hermanos Grimm. Como dice Margaret Drabble, la novela es «un sofisticado relato de emociones adultas, narrado sin sentimentalismo, y sin ninguna idea preconcebida y convencional de cómo debe vivirse la vida».