La cuenca media del río Magdalena debe su carácter a unas faenas concretas, a unas prácticas sociales idiosincráticas, que hicieron a la naturaleza entre las gentes y a las gentes entre la naturaleza. Las faenas más remotas estarán asociadas a la profundidad de la ribera y de la selva, sujetas a las técnicas y tecnologías de sangre, dirigidas ante todo a la subsistencia, ajenas o negadas a cualquier pretensión de acumulación, propias de un territorio que estaba en las márgenes del mundo colonial. Las faenas más recientes estarán asociadas al campo domesticado, sujetas a las técnicas y tecnologías del vapor, pretendidas ante todo en la acumulación, propias de un territorio llamado a integrarse a un país que por su medio debía integrarse a su vez a la civilización moderna.
El mundo colonial atado a las técnicas y tecnologías de sangre estaba llamado a ser transformado definitivamente por el mundo moderno atado a las técnicas y tecnologías de vapor. Pero ello no sucedió: cada tentativa resultó si al caso pasajera, fuente de riquezas efímeras y ruinas casi eternas y, sobre todo, generadora de violencias atroces, conjunto de situaciones que fuera visto menos como el resultado de la precariedad de nuestras estructuras sociales y políticas con su inadecuación para insertarse al sistema mundial moderno y más como el efecto persistente de una naturaleza irredimible que era patente en la perseverancia del indio antiguo. Esta es la mímesis tercera del hecho colonial en la mitología nacional.