Renuncio a vivir angustiado, con celos, con envidias y con los mismos problemas de siempre.
Me niego a seguir viviendo con dudas, con el mismo dolor de siempre, con las mismas inseguridades, con la baja autoestima y con pensamientos equivocados de que no me quieres, de que te olvidaste de mí. Perdóname, Señor. Hoy cierro todas esas puertas para siempre y recibo tu paz.
Establece tu paz en mi vida. Decido no tener miedo, no angustiarme, no entristecerme, no desesperarme, porque tu paz va a gobernar mi vida a partir del día hoy. Afino mi oído a tu voz y a tu voluntad. Quiero tu paz, Señor. La necesito urgentemente.
En el nombre de Jesús. Amén”.