Frank fue acróbata y payaso. En 1884 llegó con el circo a Buenos Aires, donde un éxito estruendoso lo decidió a quedarse. Frank Brown, que pudo haber sido un payaso inglés, se convirtió para siempre en el Payaso Inglés. «¡A mí, Flambrón!», le gritaban los niños, cuando, al terminar su actuación, repartía golosinas entre el público. Fue un gran lector y amigo de Rubén Darío, que le dedicó un poema. Perfecto en todo, fuera de la pista fue reservado, melancólico, y se enamoró de la ecuyere, como corresponde a todo buen payaso. El amor correspondido de Rosita del Plata, el matrimonio y una vejez amable fueron tal vez los únicos accidentes que lo forzaron a romper el estereotipo de su oficio. Murió en 1943.