Hagamos el cálculo: si por un libro en el que se ha trabajado dos años –setecientos treinta días por ocho horas de trabajo al día son cinco mil ochocientas cuarenta horas trabajadas–, se da un anticipo de seis mil euros brutos, eso significa que cada hora de trabajo de alguien que escribe se paga a poco más de un euro. Imaginemos que el anticipo es el doble, el precio por hora trabajada sigue siendo miserable. El salario de un escritor casi siempre es simbólico. El escritor no es un minero y no se le permite hablar en términos de trabajo y de salario: será que la escritura no es un oficio, sino un don de Dios. Será que los escritores caminan sobre las aguas y mastican éter. Será que los escritores para pagar la hipoteca se deben buscar un trabajo decente: profesor de instituto, camarero o tornero fresador. Actividades con una verdadera utilidad social. Porque, al fin y al cabo, la escritura es un placer para quien la practica.