La muerte es tema universal de la expresión humana. El sentido con que se la cuida, la familiaridad, la ternura, la sencillez con que México considera la muerte, su obsesión, que, no siendo trágica ni fúnebre, sino nupcial y natal, su cotidianeidad inmediata, su visibilidad imperiosa y serena, su sonrisa manante más que un gemido, encierran la sabiduría no aprendida de una concepción cósmica y lúdica, como perpetuamente maravillada, peculiarísima de México y que