Respecto al nombre, a la importancia, a la complejidad de las dificultades en relación con este asunto, creo poder afirmar que las conozco bien. Hay una cosa que me atrevo a prometer con toda certeza al auditorio: al final de este curso habrá tomado conciencia y se habrá familiarizado con las dificultades inherentes a la verdadera realidad. No parece muy tentadora esta promesa –especialmente con relación a las promesas y a los mensajes que en estos tiempos la filosofía ex cathedra lanza continuamente–; y, sin embargo, quizá tiene algo que tienta, que inflama nuestro entusiasmo, como en efecto lo dijo un pseudónimo. Es preciso desarrollar la difícil tarea, pues solo la dificultad inflama el entusiasmo del corazón noble; o más precisamente: de lo que nuestra época tiene necesidad es de un espíritu serio que, con amor a esta tarea, quiera cautivar a las personas y conducirlas hacia lo más alto, aunque dispuesto a mantener un aspecto bello y joven que pueda atraer y despertar el entusiasmo de las naturalezas nobles. Porque esta noble naturaleza solo se entusiasma con lo difícil. M: H:47 ¡Cómo me atrevo a ser tan maleducado de dudar de que pueda entusiasmarlos! —porque las dificultades ya las tengo.