Pero no, la vida son las cosas que pasan en la horrible ciudad que siguen construyendo y esa manía de vender flores en cada esquina, carísimas. Nunca me alcanzó para llevarte ni un ramillete de hierba adornada con listones. Mi amor fue la intención de hacerlo, aunque tú nunca lo supiste. Luego esa canasta de frutos rojos: zarzamoras, fresas, arándanos, cerezas, madroños y moras; las veías como si fueran algo importante, como si en cada una de ellas brillara la verdad.