Su duda puede constituir una posesión, si la educa. Tiene que hacerse sabia, crítica. Pregúntese, cada vez que ella le eche algo a perder, por qué le resulta desagradable. Procúrese pruebas, sométala a examen; puede que le resulte perpleja y extraviada, quizá también descubra que se le rebela. Pero no se rinda, suscite argumentos y trátelos, de manera atenta y consecuente, cada vez que sea preciso. Llegará el día en el que el dudar dejará de ser demoledor para convertirse en uno de sus mejores obreros,