—Fausto…
—¿Qué?
—¿Puedo llamarte «papá»?
Era consciente de que le debía una respuesta y no podía pensarlo mucho, pero a la vez era muy importante que le dijera lo correcto. Claro que no encontró otra cosa que preguntarle, al más puro estilo Helena:
—¿Por qué?
Hannah se volvió a mirarlo.
—Porque yo tengo dos mamás, pero no tengo ningún papá —le explicó con sencillez—. Y tú me gustas mucho.
«Qué declaración de amor más encantadora… Digna hija de su madre ha resultado. Es tan brillante y tierna como ella. ¿Cómo no adorarla? ¿Cómo no adorarlas a ambas?», pensó con los ojos llenos de lágrimas.
—Tú también me gustas, Hannah. Bueno, lo cierto es que te quiero, y de verdad me gustaría que me llamaras «papá» —admitió con voz ahogada.
—Vale.