—¿No te da miedo acampar sola?
—Sí, James, pero tengo que acostumbrarme. Apenas hay alojamiento de Los Ángeles al Gran Cañón, y si lo hubiera, tampoco podría pagármelo.
—¿Y si alguien te ataca por la noche?
—Siempre procuro esconderme. Además, duermo con un puñal bajo el brazo y un spray de pimienta en la mano.