A diferencia de sus novelas, de sus poemarios y de las otras colecciones de sus cuentos, La sangre de Medusa no fue concebido por José Emilio Pacheco de manera orgánica. No fue libro siempre, sino que apareció en 1990, fruto de la unión de los relatos escritos por su genio precoz en los primeros años de su carrera, los publicados en sus años de primera madurez en revistas poco conocidas, y algunos más que no se habían recopilado. Pero estos cuentos dispersos, en cuanto son leídos en un solo volumen, dibujan una constelación. Esta nueva edición, trabajada hasta poco antes de su muerte, es el legado de la insobornable exigencia de Pacheco. La obra siempre puede mejorarse y por lo tanto hay que seguirlo haciendo. No basta el tajo del genio que convierte las lecturas de una vida en voz propia. Para convertirla además en voz nuestra, en habla impecable, es también necesaria la delicada acción repetida y modesta del sabio, quien con infatigable pincel mínimo, más que modificar lo que dijo una vez, décadas atrás, lo concentra, lo aclara, lo pule; lo acerca a su verdad mejor.