«Se ha dicho que en Grecia nos encontramos con obras hechas por hombres de nuestra misma especie. Y es muy cierto, si con ello se pretende indicar la especial consonancia del hombre occidental con la Hélade. El mundo griego fue la cuna de Occidente, la primera semilla de la que germinó nuestro propio mundo.
Cuando se estudia su legado, lo hacemos con una actitud muy distinta de la que tomaríamos si estudiáramos el antiguo Egipto, la civilización china, o la milenaria cultura hindú. Porque a pesar de la distancia que nos separa de ellos, comprendemos casi connaturalmente los valores de su creatividad literaria y artística, sus realizaciones políticas, su producción filosófica y científica. Aunque no seamos muy conscientes de ello, llevamos a los griegos en las entrañas».