Lo sé. Y llevo en brazos a un niño que no puede verlo. Simplemente, no debe, porque le supondría un trauma para toda la vida, y ya tiene uno, así que no necesita otro más, pero, a pesar de todo, los pies me llevan hasta el borde de la azotea. Es como rascarse una herida. Como cuando te pides una copa más de Chivas aunque sabes que ya has bebido demasiado, como conducir cuando sabes que estás cansado, tan cansado