ESTA SALIVA ES TUYA, Y CADA SÍLABA QUE ESCUPAS, LECTOR INCAUTO, ESTÁ DESTINADA a fecundar la intemperie y poblarla de palabras claras, a penetrar el mármol y transformarlo en talladas frases, a acariciar la luz y desbalagarla en luminosos himnos: no escaparás, ni de doradas mediocridades, ni de una ambigua, plebeya cursilería disfrazada de estruendo y majestad. A cambio de ello, recibirás como premio: días, quizás años de vida para ver cómo las garzas se prenden, con sus picos, de las esquinas de las nubes; cómo en los mataderos, degolladas, las banderas destilan sus colores patrios. Días, años, para ver cómo se consagra, no sólo la hogaza en los hornos: también el sol en su propia memoria, cuando, vestido con sus destellos más espurios, se hunde en el mar como un dorado lastre, para dejar que el tiempo navegue con nuevas y aterciopeladas alas.