Las sociedades se basan en el principio del derecho inalienable a la vida y, en efecto, los Estados tienen el deber de preservarla. La eutanasia se basa en otro principio, uno humano: acortar el sufrimiento innecesario de un enfermo terminal. Por supuesto, diferentes culturas y diferentes cuerpos de leyes tienen diferentes evaluaciones sobre el tema. El derecho al suicidio asistido o a la llamada “muerte digna” genera debates: los partidarios se preguntan por qué, si cada persona tiene la libertad de tomar decisiones sobre su propia vida, la decisión más importante de todas se impide en un fase final Quienes se oponen destacan las desviaciones que provocaría su legalización: por ejemplo, la desinversión o incluso la eliminación de los cuidados paliativos, que serían considerados un gasto innecesario, y la posible indefensión de un paciente al cuidado de una familia superada por el sufrimiento. Incluso se argumenta que existe una contradicción entre la eutanasia y el juramento hipocrático de los médicos.