La bruma de Londres tiene oculto un encuentro: una mujer corre, huye, en apariencia, de algo. Un hombre decide frenar su carruaje, hacerla subir, llevarla lejos de aquello de lo que escapa. Ausentes de las circunstancias, alejados del secreto que la muchacha esconde, ambos se entregan a lo que la noche y sus propios cuerpos les reclaman.
A la mañana siguiente, él, Tyler Collingwood, hermano del conde de Kent, percibe todo distante, nebuloso, como si solo se hubiera tratado de un sueño. Apenas algunas ausencias materiales se empeñan en constatarle que no es así.
Dos años después, no puede creer que ella está ahí, en la residencia del conde, que insiste en verlo, que dice llamarse Edmée Gordon, que se obstina en darle a conocer un hijo de ambos que tiene un parecido innegable con el padre. La desconfianza y la protección se acumulan en él, que decide saber de qué huye la muchacha y la cobija en la mansión. A partir de allí, la vida de la casa dará un vuelco, y tanto Edmée como Tyler deberán confrontarse a sí mismos, vencer prejuicios y miedos para demostrase que lo que han vivido no es solo un sueño, sino que ese sueño puede multiplicarse.
Lola Rey ha entrado a la novela romántica como una brisa de aire fresco: con tramas ágiles, con personajes fuertes y decididos. Después del éxito de Nunca nadie más, novela con la que inicia la serie de la familia Collingwood, se revela como una de las voces más singulares del momento.