Eso, no, no se le escapaba, porque a pesar de que de vez en cuando la gente quiere cambiar, la memoria es como el agua y se encarga de encontrar el cauce de antes, inundarlo todo y arrastrar los nuevos planes, escupirlos en el mar, dejar que se los lleve a un océano en las antípodas de nuestras efímeras ganas.
Quizá necesite un golpe en la cabeza, pero la memoria es, siempre, la que triunfa.