La enseñanza es una actividad que tiene lugar en un contexto institucional, jerarquizado y con diferentes niveles de decisión: el aula, el centro y el conjunto del sistema educativo.
En este contexto, que refleja valores, creencias y formas de actuación prototípicas del sistema social, lo profesores suelen interiorizar, de manera no reflexionada, unas determinadas conductas profesionales mayoritarias que se resumen básicamente en lo siguiente: mantener el orden en la clase, explicar verbalmente contenidos, calificar a los alumnos y utilizar el libro de texto como recurso didáctico fundamental.
Este proceso de socialización profesional genera la creencia de que las conductas anteriormente descritas constituyen la «manera natural de enseñar», desconociendo que estas prácticas, supuestamente “naturales”, son susceptibles de ser analizadas, categorizadas y, por tanto, sometidas a revisión crítica.
En nuestra experiencia, un recurso metodológico nucleador de todo este proceso es el Diario. Su utilización periódica permite reflejar el punto de vista del autor sobre los procesos más significativos de la dinámica en la que está inmerso.
El Diario del profesor es una guía para la reflexión sobre la práctica, que favorece la toma de conciencia del profesor sobre su proceso de evolución y sobre sus modelos de referencia.