No es esto lo que nos ha convertido en lo que somos.
–Entonces, ¿qué ha sido? –preguntó el general Guillaume con voz algo ronca.
–La piel.
–¿La piel? ¿Qué piel? –preguntó el general Guillaume.
–La piel –respondí en voz baja–, nuestra piel, esta maldita piel. Usted no puede ni imaginarse de qué es capaz un hombre, de qué heroicidades y de qué infamias es capaz con tal de salvar la piel. Ésta, esta piel asquerosa, ¿la ve? –Y mientras decía esto me agarraba con dos dedos la piel del dorso de la mano y tiraba de ella hacia un lado y hacia otro–. Antes soportábamos el hambre, la tortura, los martirios más terribles, matábamos y moríamos, sufríamos y hacíamos sufrir para salvar el alma, para salvar nuestra alma y la de los demás. La gente era capaz de cualquier grandeza o de cualquier infamia con tal de salvar su alma. Y no sólo la suya, sino también la de los demás. Hoy en día sufrimos y hacemos sufrir, matamos y morimos, realizamos hazañas maravillosas y actos horrendos no ya para salvar el alma,