Estableció entonces un pacto con los lectores,
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que además, requería reciprocidad en una relación que conllevaba derechos y deberes, como recordaba a menudo desde el comienzo de su producción editorial, a partir de la Gramática griega de Láscaris: “Nobles jóvenes y estudiosos de la literatura, tienen lo que les prometí en el frontispicio del libro. Permanece ahí para que ustedes nos muestren mucha gratitud, la que consideraré muy abundante si compran nuestras obras sin demora