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Pero, si así lo preferís, seguid fingiendo temer más la soledad que la muerte. Haced como que esta página no existe, que nunca, fue escrita. Mejor, arrancadla del libro después de haberla leído. Y si queréis, continuad soñando el sueño de los justos. De los mentirosos.
Yo, mientras tanto, arrancaré un nombre al olvido: devolveré a la vida a alguien que, hace cuatro siglos, murió solo. Seré yo quien le coja la mano. Lloraré por él. Y espero que este cuento, y estas palabras, cuando alguien las lea, dentro de muchos años, me devuelvan a mí la vida, aunque sólo sea fugazmente