Cuando me acordaba de sus besos me convertía en un coctel de emoción, angustia y un poco de enojo. No contra él, sino contra mí misma, porque cada vez que iba a abrir el correo tenía la esperanza de encontrar un mensaje suyo; porque cada vez que sonaba mi teléfono pensaba que sería él; porque cada una de esas pequeñas esperanzas iba seguida de una gran desilusión