Antihéroes

No creo que te hiciera falta viajar en el tiempo. Si nos llegaras a decepcionar, seguro que sabrías cómo arreglarlo… porque te importamos, ¿no? Por eso te preocupas. Los amigos pueden fallarse, cometer errores… Pero lo importante no es que esos errores no existan, ¿no? Lo importante es que esos errores se arreglen.

Por supuesto, los que siguen las reglas (o fingen hacerlo hasta que están en privado) son los que más ocultan. Los que nunca confesarán en voz alta que han deseado algo más. Que quieren romper con todo. Que anhelan ser malos por una vez en su vida para saber lo que se siente.

A todas las personas que día a día son acalladas,
ocultadas y apartadas de un mundo que todavía
nos clasifica en niveles de normalidad.
A las que se han temido a sí mismas,
las que han sido rechazadas, pero también a las
que llevan la etiqueta «diferente» con orgullo
y la defienden cada día. Vuestro superpoder
es existir: que nadie os haga invisibles.

No existe nada imposible, sólo aquello de lo que todavía no tenemos pruebas.

Nos fuerzan a prepararnos para un gran futuro, nos prometen que si haces ciertas cosas tendrás una vida mejor, y en realidad nadie sabe cómo será el mundo mañana y si todo eso servirá de algo.

«Pero, Yeray, lo que has dicho son sólo historias. Cuentos. No pasan de verdad».

Eso díselo a alguien a quien le guste Harry Potter y siga resentido porque no le llegó la cartita de Hogwarts a los once años. Y si eres un resentido porque no te llegó la carta, no te preocupes: a mí tampoco.

Ese mundo lo habéis conseguido tú y los demás, pero no llegará si te doy este cuaderno.

Así que perdóname, Esther, pero esta es la última vez que voy a escribirte.

Aquí se terminan mis cartas para siempre.

Vive la vida que te espera. No va a ser perfecta, ni siquiera va a ser fácil.

Pero será tu vida. Y puedes hacer que sea extraordinaria.

Te quiere aunque haya tardado en hacerlo.

Esther

Supongo que, pese a haber dejado de creer en imposibles, yo mismo consideraba imposible que mi padre llegase a aceptarme como soy. Oírle decir eso es lo más increíble de todo lo que me ha pasado en los últimos tiempos.

Por eso me rindo y se me olvida que soy un tío duro.

Por eso me abrazo a él y me echo a llorar.

No decimos nada más. Los dos, seguramente, estemos igual de asustados.

Cuando un mensaje me entra en el móvil, no puedo evitar sonreír:

Sam