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Leila Guerriero

Opus Gelber

El argentino Bruno Gelber es uno de los cien mejores pianistas del siglo XX. Se inició en el instrumento a los tres años, y su vocación fue tan fuerte que a los siete, cuando contrajo polio, les pidió a sus padres que encajaran el piano en la cama, en la que permaneció postrado durante un año, para poder estudiar. La enfermedad le dejó una parálisis permanente en la pierna izquierda, pero eso no impidió que a los diecinueve se marchara a París y comenzara a estudiar con una de las mejores maestras de aquel tiempo, que dictaminó: «Usted será mi último alumno, pero el mejor.» Poco después, Gelber empezaba a brillar en los mejores escenarios de Europa, donde los críticos hablaban de él como de «un milagro». Vivió veinticinco años en París y veintitrés en Mónaco, tocando con las mejores orquestas y directores del mundo, codeándose con reyes, príncipes y emperadores. En 2013 regresó a Buenos Aires, donde habita un departamento decorado de manera escenográfica en un edificio monumental ubicado en el popular barrio de Once. Allí fue a entrevistarlo, en 2017, la periodista argentina Leila Guerriero. Encontró a un hombre complejo y fascinante, de una fortaleza asombrosa, con gran inteligencia y sentido del humor, entregado al piano pero también interesado en los programas del corazón y la vida de los artistas, enamorado desde la infancia de la actriz argentina Laura Hidalgo (cuyos retratos están distribuidos por toda la casa), intensamente preocupado por la estética y las reglas del protocolo, que conoce a la perfección.
Guerriero dibuja el presente de Gelber: las visitas de directores de orquesta, músicos y embajadores; sus larguísimas conversaciones telefónicas con su mejor amiga, la duquesa de Orleans; las clases que da a alumnos escogidos », todo en el marco de un pasado desde el que gravitan con fuerza su madre, Ana, y su temible y genial maestro Vicente Scaramuzza.
En un trabajo de orfebrería cuidadoso, Guerriero ilumina la vida de Gelber a través de múltiples testimonios. El resultado es un libro en el que retratado y retratista establecen un inquietante juego de seducción y, mientras uno se repliega y se envuelve en un halo enigmático, la otra se detiene pacientemente en los gestos mínimos y los silencios más significativos.
Opus Gelber se revela como un portentoso ejercicio de periodismo, el deslumbrante retrato de un genio musical complejo, seductor y misterioso.
368 printed pages
Original publication
2019
Publication year
2019
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Impressions

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    👍Worth reading

Quotes

  • Yatzel Roldánhas quotedlast year
    Yo creo que Dios es el menos demócrata de todos nosotros, y esparce talento y vocación de una manera no muy pareja entre la gente. Y aquellos que hemos tenido la suerte de recibir eso tenemos una misión en la vida, y eso comporta el saber para qué. Para qué uno está en el mundo
  • Rafael Ramoshas quoted6 hours ago
    Pero la figura extraordinaria fue ella. Educar inteligentemente a un chico que es enfermito y geniecito... Podría haber sido un monstruo de caprichoso. Y sin embargo, supo hacerlo. Tuvo el tino, cuando vio que la cosa se ponía seria, de decirme: «Si vos querés ser pianista, tenés que estudiar todos los días en serio.» Me ubicó de una manera seria ante la música. Nos peleábamos, pero yo la adoraba. Era hipercrítica. Quería que estudiara más. Y era celoooosa. Me decía: «Sos como la miel, todo el mundo se te adhiere y te hace perder el tiempo.» Y yo le decía: «Bueno, mamá, pero a veces perdés el tiempo con ganas.» No era una cómplice permisiva. Era una cómplice en las cosas que se hacían después de las nueve o diez de la noche, en salir, en ir a cenar. Pero durante el día, que no me molestaran mientras estudiaba. Y me acuerdo que cuando yo tenía algún dolor en la pierna me abrazaba así...
    Cierra los ojos y se toma los brazos.
  • Rafael Ramoshas quoted6 hours ago
    Mi madre fue... excepcional. Y mi padre, de Aries, un motor de vida y de trabajo. Fue un marido ejemplar, fue un padre ejemplar. Estaba más afuera, trabajando, que en casa. Fue más marido que padre. Mamá, antes de morir, me dijo que habían hecho el amor todas las noches de su vida. Yo le dije: «Eso está muy bien, pero más que deseo parece un deber. Él llegaba cansado y te tenía que...» Y me dijo: «Bueno, pero nos dormíamos abrazados y se le paraba el pajarito.» Se gustaban mucho. Cuando él llegaba, yo sentía que nada malo podía pasar. Ana, la mucama, lo llamaba «la paloma de la paz». Yo lo quería mucho. De todas maneras, yo tenía mi Edipo natural hacia mi madre. Un Edipo sano.

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