–¿Cómo lo notaste todo ese tiempo en el que no tocó?
–No estaba muy bien de ánimo. Pensativo, introspectivo. No hablaba, lo disimulaba. Pero había cosas que te hacían pensar que tenía miedo de no saber si podría tocar de nuevo.
Niño angelical, niño bonito: todo iba a ser de una manera para él, y fue de otra. La pierna mala, la evidencia de la pierna cada día y, después de años de joyas, Brahms, palacios, Beethoven, París, de alzarse sobre la fealdad como un ángel del teclado, la mano. Una fractura ínfima en el mecanismo perfecto.