Hay que romper ese círculo vicioso. Los ciudadanos tienen que afrontar la complejidad y las consecuencias de sus demandas, pero los políticos deben comprometerse con los ciudadanos más honesta e ingeniosamente para liderar este proceso. No es suficiente con que los gobernantes se esfuercen por comprender los problemas si luego alejan a sus votantes de las decisiones difíciles. El cambio profundo debe ser más sincero que grandioso, más progresivo que la experiencia del mismo, y se construye a partir de valores perdurables para los seres humanos individuales y de valores que puedan guiar a las comunidades humanas. Creemos que es posible liderar y perdurar, tanto para ser reelegido como para hacer que, en ese cambio, la gente asuma su porción de responsabilidad en un proceso iterativo y adaptativo de renovación.
La actual experiencia humana es profundamente desconcertante y perturbadora, pero el radical, dramático y profundo cambio comienza en alguna parte, es más progresivo que la propia experiencia del cambio y está profundamente arraigado en los valores, tanto de los seres humanos individuales como los compartidos por las comunidades humanas.