La leyenda de la Desconocida del Sena, como siempre se la nombró y escribió, así, con mayúsculas, nació hacia 1900 y contaba que un empleado de la Morgue habría sacado a la joven de las aguas del Sena y que, maravillado por su enigmática sonrisa y la paz que se desprendía de su rostro, le habría hecho la máscara que se replicó inmediatamente en un gran número de ejemplares. En los años veinte y treinta, el molde de yeso solía encontrarse en casa de artistas e intelectuales, como si fuese un distintivo de la moda ornamental. Jules Supervielle, el poeta franco-uruguayo, no tardaría en dedicarle uno de sus poéticos cuentos: “La Desconocida del Sena”, que publicó por primera vez en 1929.