Trauma, miedo y amor

se sienten solas, no tienen pareja y anhelan una relación duradera

A menudo, se desconectan de sus propios sentimientos y tienen gran dificultad para reconocer que no pueden cambiar nada de su sufrimiento interior a través de sucesos exteriores como el matrimonio, la formación de una familia o los éxitos laborales. Tampoco comprenden por qué sus hijos se apartan de ellos, a pesar de haberles ofrecido tantas comodidades materiales gracias a su gran dedicación al trabajo.

Werner es hijo único. Sospecha que ya sentía miedo en el vientre materno. Había estado muy unido simbióticamente con su madre. Entre sus padres siempre hubo peleas. La madre pensó muchas veces en separarse, pero el padre la amenazaba con que los mataría a ella y a Werner si lo abandonaba. El padre de Werner aún vive; su madre ya murió y sufrió de demencia senil en sus últimos años de vida.

No solo tenía que temer por su propia vida, sino también por la vida de su madre cada vez que su padre se ponía agresivo. En estas circunstancias, es comprensible que la vida le dé miedo, por regla general

Por este motivo, el padre de Werner estuvo en un estado de estrés permanente durante toda su vida. Tenía miedo a estar solo. Cuando su mujer lo amenazaba con abandonarlo, intentaba retenerla con violencia.

Para las mujeres sería importante que se liberaran de la idea de que necesitan un hombre fuerte que, presuntamente, las proteja y las resguarde de volver a ser víctimas de violencia.

Especialmente las mujeres que han vivido violencia se sienten atraídas hacia hombres con estructuras de agresor, creyendo que estos las protegen y que de esta manera no estarán del lado de las víctimas.

. Si los agresores se responsabilizaran de sus enredos y traumas, las demás personas se salvarían de ser arrastradas a los abismos traumáticos de ellos.

Las madres atrapadas en su actitud de víctima no pueden tomar en serio las necesidades de los niños y los padres no están presentes como modelo. Siguen siendo niños pequeños que no saben cómo convertirse en hombres adultos. Juegan a la guerra y no diferencian el juego de lo serio.

Esto es típico de las partes supervivientes en la psique de los agresores violentos: consideran que ellos son normales y que los demás son anormales. Se ven como las víctimas y a los demás como los agresores. Por ese motivo, se sienten inocentes. No quieren ser vistos como «personas malas» (Welzer, 2009). Se refugian en roles fantasiosos masculinos (Theweleit, 2000) como «el mayor líder de todos los tiempos» o «el que libera a Europa del islam». Viven en un mundo de fantasía con su mente infantil.