Lo que importa es que todos crecimos viendo las mismas imágenes: Jesús clavado en una cruz, con la mirada torcida hacia arriba, con la corona de espinas y la sangre corriéndole por la cara como un manantial, y que nos dijeron, a toditos, que eso era hermoso y misterioso, que eso, morir, sacrificarte, entregar tu cuerpo a los más horribles tormentos por y para alguien, era el amor. Con eso nos chingaron desde el principio, pero cuando a uno lo chingan desde tan temprano no se da cuenta de que lo han chingado, uno cree que las cosas son así y que está bien.