La plaza de Armas de Santiago fue iluminada artificialmente en 1883 y la abuela de Nona Fernández estuvo allí, le dijo. Pero la mujer nació en 1908. A partir de ese recuerdo falso, Fernández explora la historia familiar, pero también la de un país conformado por un viejo dirigente gremial obligado a exiliarse, caballos de palo, una máquina de escribir, un ojo sobre un charco de sangre, unas velas y el cadáver de un presidente que convirtió la muerte en mandato.
Chilean Electric es una criptografía y una iluminación que arranca de la “temible oscuridad” chilena a los desaparecidos, los asesinados, los ahorcados. También es la continuación de uno de los proyectos personales más importantes de la literatura contemporánea en español, “una especie de morse luminoso” y la promesa de que ya no haya sombras para ninguno de nosotros.