Quien se entrega a estas prácticas poniendo en ellas la atención del corazón en lugar de ponerlo en alcanzar el fin último, que es para lo que sirven, se empeña en vano. Sin duda, posee los instrumentos del oficio, pero se esfuerza y malgasta energía porque ignora qué es ese fin último por el que merece la pena cualquier esfuerzo.