A un mundo devastado y desertizado donde cualquier forma de vida será residual, una reliquia o un vestigio de un tiempo anterior considerado más primitivo, más caótico e inhabitable, como imaginamos hoy esas eras de la tierra, como el jurásico o el triásico, donde la vida se manifestaba con tal depredadora exuberancia que aún puebla, con sus garras y colmillos y fauces ubicuas, nuestras peores pesadillas antediluvianas.