Los burgueses asemejan fácilmente a quienes procuran el final del capitalismo, e incluso a quienes desean reformarlo, con los factores de desorden, porque ignoran en qué medida y en función de qué circunstancias las diversas relaciones económicas —cuyo conjunto es lo que actualmente llamamos capitalismo—, pueden ser
consideradas como condiciones del orden. Muchos de ellos, sin saber qué modificación puede ser o no peligrosa, prefieren conservar todo igual, sin darse cuenta de que eso mismo, en medio de circunstancias cambiantes, puede ser una modificación que acarree desórdenes. La mayoría invoca religiosamente leyes económicas, como si fueran las leyes no escritas de Antígona, cuando en realidad las ven cambiar todos los días ante sus ojos. Para ellos, también, “conservar el régimen capitalista” es una expresión vacía de sentido, puesto que ignoran qué es lo que hay que conservar, en qué condiciones, en qué medida