La pregunta es: ¿Porqué los votantes siguen depositando su confianza en políticos corrompidos, deshonestos, malvados, ineptos…?
La respuesta más probable es: porque tienen una fe religiosa en ellos. Porque esos electores, más que ciudadanos, son creyentes.
Si la ideología sustituyó a la religión en las sociedades modernas a partir de la Revolución Francesa, y si la separación Iglesia-Estado tuvo como consecuencia un impulso de adelanto y bienestar para Occidente, podemos suponer que apartar la ideología del gobierno de los Estados reactivaría el progreso de la humanidad en un momento en que la democracia está desapareciendo.
La idea de ateísmo ideológico, que se formula en estas páginas, puede ser una pieza fundamental para combatir la corrupción, el autoritarismo y la miseria económica y moral, que aumentan ahora que la democracia, tal y como un día la concebimos, ya no existe. Se presenta aquí la posibilidad realmente factible de separar de forma definitiva la ideología del gobierno de las ciudades y las naciones por ir en contra de los intereses generales.
Estamos ante una propuesta rompedora y sorprendente que podría cambiarlo todo.
Una lectura urgente para desencantados y escépticos de la política, pero también para fanáticos y radicales, es decir para los “creyentes”