El miedo siempre construye su casa en nuestro interior: somos su refugio, su vivienda, el mejor hogar para que prospere y triunfe. El miedo edifica muy cerca y habita en silencio; y cuando este huésped incómodo se comunica con nosotros, algo no demasiado frecuente, lo hace para recordarnos que todavía no se ha ido, que tal vez nunca se irá porque el alquiler es barato y el vecindario resulta acogedor o necesario para sus intereses.
Los diez cuentos que componen Arquitectura del miedo nos hablan de ese miedo cotidiano siempre presente, que nos atenaza e inmoviliza; ese miedo mutante que adquiere diversas formas, desde la más familiar y querida hasta la menos sospechada. Ese miedo que es ya un viejo fantasma tan reconocible como espantoso: nuestro propio terror a la soledad, a la incomprensión y la incomunicación, al fracaso y la muerte.