Las columnas de Fernando Atria formaron parte de un esfuerzo hecho por varios actores sociales, académicos y estudiantes por desentrañar la manera en que funciona la educación chilena. Sus argumentos fueron claves para despejar dudas sobre la legitimidad de las demandas estudiantiles, y ayudaron a comprender que los problemas complejos a veces pueden encontrar una respuesta sencilla.