García Márquez hablaba de esas buenas señoras que a los 50 descubren que los hijos se han ido, que su marido ha hecho carrera y no la necesita como en los tiempos duros, y ante la sensación de vacío se tiran por el balcón a la hora del solitario y melancólico crepúsculo.
Para Jose y para mí no había nada más lejano que esos balcones. A los 50, nuestra madre médica disfrutaba por primera vez de la libertad de ser cirujana y jefa de servicio sin tener que hacer