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Adela Fernández

Cuentos reunidos

Entre lo onírico, lo fantástico y lo siniestro, los cuentos de Adela Fernández oscilan dando voz a fantasmas, a seres que se metamorfosean o se duplican, a personajes rechazados, sometidos o maniáticos. En Cuentos reunidos, volumen conformado por los libros Duermevelas (1986) y Vago espinazo de la noche (1996) y prologado por Jazmín G. Tapia Vázquez, los límites de la realidad, la exploración de la muerte y la crueldad humanas, la magia, la creencia y la superstición acentúan el paradójico juego de encubrimiento que la autora otorga a la falta de comunicación, la soledad, el abandono y el desamor que surgen de manera destructiva donde lo familiar se enturbia y llega a finales trágicos.
197 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2023
Publication year
2023
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Impressions

  • grisitaca1shared an impressionlast year
    👍Worth reading
    💀Spooky
    🔮Hidden Depths
    🎯Worthwhile

  • Giselle González Camachoshared an impressionlast year
    👍Worth reading
    💀Spooky
    🚀Unputdownable

Quotes

  • Flor de lizhas quotedyesterday
    Ella me dice que mi piel es negra porque nací aquel día del eclipse, cuando todo se puso oscuro y los perros aullaron. Por ella he aprendido a comprender la razón por la que no me quieren. Piensan que al igual que el eclipse, yo le quito la luz a la gente. Goyita es abierta, hablantina y me cuenta muchas cosas. Entre ellas, cómo fue que enloqueció mi tía Enedina
  • Alian Hernández Romerohas quoted22 days ago
    pestilente. Los tendederos de pañales por todos lados, en el baño, en la recámara, en la sala. Para ti no había espacio y a pesar de eso tratabas de luchar. Pintabas cualquier cosa y salías a venderla a la calle o de oficina en oficina. El poco dinero ganado era para la leche de los niños, cualquier otro alimento, jabón, ahorros para la renta siempre retrasada. Los niños mayores no iban a la escuela porque no tenían zapatos, tan descalzos como carentes de ganas. Teresa quería ir al cine como si fuera un placer tratar de divertirse con los hijos a
    cuestas. Los vecinos se quejaban del ruido y el dueño del edificio golpeaba la puerta, amenazándolos con lanzarlos a la calle.

    Oye, Abel… ¿recuerdas todo esto? Recuerda el día que, aturdido por el llanto de tu hijo más pequeño, trataste de callarlo con una almohada. El niño murió asfixiado. Huiste de casa y te refugiaste en un terreno baldío. Viviste ahí, dentro de un depósito de concreto para agua, sumido en la estrechez y en la oscuridad, apestado por el remordimiento de tu involuntario crimen. Infanticida muriendo como rata, sin agua ni comida. A veces, quitabas la tapa y sacabas la cara al sol, e incluso te animaste a salir para ir a beber agua al charco. Cinco días estuviste así. Al pensar en tus otros hijos, lograste reaccionar y volviste a tu casa. Teresa nada te dijo, ni siquiera hablaron del entierro de Jorgito, ni de lo que más importaba saber, si hubo o no líos con la policía, averiguaciones. Al parecer la eliminación de un infante que a nadie le importa no trastocó la normalidad.

    Conseguiste madera y dentro de la recámara construiste un cuarto de un metro cuadrado, lo tapizaste con corcho aislante. En él te encerrabas, escapando de los rostros y del ruido, centrado en la sombra reducida y espesa, enajenado de todo, misógino, atendiendo tus fobias mientras afuera tus hijos se morían de hambre. Teresa te sacaba a la fuerza, te obligaba a pintar un cuadro y salías a venderlo para después volver al aislamiento. Un día encontraste el cuartito deshecho, celda íntima anulada por quien no entendió tu criptomanía. Con terquedad lo
  • Lizbeth Salashas quoted9 months ago
    vivirlo todo con intensidad. Sólo hay algo más terrible que la muerte: desperdiciar la vida.

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