EL RÍO se hace más ancho como si quisiera volverse redondo. La tormenta se desploma sobre él, hembra que acosa y domina al macho. Arrambla ahogados, hombres, árboles, toros y piedras se hacen a la voluntad de la corriente. Ahí en medio, Mateo aprieta los muslos y enreda sus manos en las crines, se aferra a su caballo. A tramos la bestia se deja ir y a trechos embiste las aguas. Son dos potros de distintos elementos que se atacan, dos furias y un hombre montado en la desesperanza